Imaginemos que hubiéramos nacido hace un siglo, y que
quisiéramos aprender sobre un tema cualquiera. Podría ser sobre las especies de
árboles, o el Sistema Solar, o la historia antigua de Europa. ¿Qué opciones
tendríamos? Quizá consultar algún libro o ir a una biblioteca si estuviera a
nuestro alcance. ¿Y si quisiéramos profundizar más? Casi la única posibilidad
sería ir a una Universidad, donde seguramente encontraríamos a un experto en la
materia. Si tuviéramos la suerte de convertirnos en su alumno, podríamos
escuchar sus puntos de vista y tomar valiosos apuntes con nuestro papel y
pluma, reuniendo contenidos que podrían ser muy difíciles de encontrar en otro
sitio.
Cuánto ha cambiado el mundo desde entonces, y qué poco las
clases en las escuelas. Estas siguen consistiendo, mayormente, en que un
profesor dicta apuntes, o los escribe en el pizarrón, y los alumnos toman
apuntes. Hay otras modalidades que parecen más modernas, como por ejemplo,
proyectar el texto mediante diapositivas en una pantalla; pero esto suele
servir simplemente para poder manejar más contenido en menos tiempo y no supone
en realidad un cambio de metodología.
La mayor parte del tiempo que en la escuela se dedica a las
clases, se emplea en hacer que la información “cambie de soporte”. Es decir,
que pase de los apuntes del profesor (o de su libro, de sus diapositivas, o de
su propia memoria) a los apuntes de los alumnos. Multiplicar la información,
que supuestamente solo estaba en un sitio –en la mente del profesor– para que
se reproduzca en múltiples copias, que se guardarán en la carpeta y mochila de
cada estudiante, con el fin de que cada uno de ellos lo pueda después
memorizar. En este cambio de soporte se emplean horas y horas de actividad
docente, haciendo que las aulas se parezcan alscriptoriumde los monasterios
medievales, donde los monjes copistas reproducían la información por el único
medio disponible entonces: la escritura manual.
Cabe decir que en nuestra época no es esta la mejor manera
de optimizar la transmisión del conocimiento. Ese valioso tiempo que se usa
para copiar contenidos (los cuales muchas veces van del pizarrón a la libreta
sin pasar por la cabeza) podría liberarse para destinarlo a asimilar los
conceptos y aprender a utilizarlos.
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